Mi mente trataba de entender que le pasaba a mi alma porque nunca había sentido algo así. Con cada
palabra que la musa susurraba mi alma se sentía más libre y mi corazón latía más tranquilo.
Varios días pasaron, la voz de la musa guardaba silencio. Mi alma la esperaba ansiosa y mi corazón la extrañaba.
Una noche clara la misma voz susurró: Acá estoy, volví.